El orden de lo real desde mucho lo determina el Poder. Los políticos gobernantes construyen una realidad a la que tenemos que someternos todos, pobres mortales que solo nos quedamos en las apariencias, en lo fenomenológico, en las sombras de la caverna platónica. Ellos tienen el patrimonio del verdadero mundo de las ideas... La derecha gobernante en Europa ha asumido desde hace tiempo las estrategias de la izquierda; en el fondo siguen creyendo en los suyos, en Hobbes (el hombre es un lobo para el otro hombre), en Adam Smith (el afán de riqueza lo mueve todo) o inlcuso Spengler (en la jungla social solo sobreviven los mejores)..., pero ahora los esconden en la trastienda de lo políticamente incorrecto. La derecha ha asimilado a Althusser (la manipulación del lenguaje del Poder), a Foucault (el cinismo del Poder), a Baudrillard (los juegos de simulacro del Poder), Bauman (el Poder líquido), etc. Ya lo dice el cínico protagonista de El capital (Costa Gavras, 2012) a su cuñado sindicalista: hemos asumido vuestro internacionalismo, la globalización.
Así pues, en España el Gobierno de Rajoy ha decretado que no hay corrupción en su partido, aunque se haya encontrado una voluminosa cuenta evasora en Suiza del tesorero que rigió el partido durante lustros, aunque haya presentado una contabilidad manuscrita que apunta a comisiones ilegalels de la cúpula de Génova, aunque haya múltiples indiciones de aportaciones poco legales de importantes empresas, aunque la Policía haya documentado que la ministra de Sanidad recibió regalos de la trama Gürtel... Eso son minucias, desvaríos conspirativos de la prensa, invenciones policiales incluso... La realidad la dicta Rajoy cuando dice que todo eso es mentira. Y hay que creerlo, que para eso le han votado los españoles, que tiene un senido común y una prudencia a prueba de bomba. Incluso cuando luego se demuestra que el líder y sus voceros no tienen razón (ocurrió con Matas, Camps y tantos otros), lo importante es la fe, que ya lo dijo el catecismo. Dejémonos de especulaciones y desviacionismos empiristas (esos son doctrinas de los protestantes) y siguamos los dictámenes de los únicos arúspices que tienen potestad para interpretar los signos y la realidad. Porque lo real, como diría Lacan -otro rojo al que pueden reciclar-, late bajo las apariencias. Los ciudadanos, humildes súbditos, estamos sometidos al continuo engañode los sentidos. Menos mal que tenemos quién nos guíe en este proceloso caos.
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