No es una extraña coincidencia. El fin de mundo maya o el "cambio de era" o lo que sea no es una entelequia. Hay signos evidentes, más allá de Nostradamus y Cuarto Milenio, de su presencia. El único matiz es que los augures se han equivocado de año, fue en diciembre de 2011, y no ha sido global sino concentrado en España; en estas operaciones tan complicadas de cábala cósmica la precisión no puede ser absoluta. El gran signo de este Apocalipsis fue, en realidad, una Parusía, la llegada del Mesías Mariano Rajoy en carne mortal a la Moncloa. Desde ese momento se inició la Gran Reforma que ha cambiado la piel de toro, dejando atrás la vieja era Welfare para entrar en una dinámica sociedad del siglo XXI.
Se acabaron los derechos universales gratuitos en sanidad, educación y demás servicios, en el nuevo mundo el Estado no puede afrontar tales dispendios, hay que dejarlos en manos de los profesionales que están, cómo no, en el ámbito privado. Los ciudadanos deben contribuir con sus impuestos y sacrificios a sanear el sistema financiero, que siempre es el garante de su bienestar, aunque a veces se equivoque... Igualmente hay que privilegiar a los capitales, grandes fortunas y empresas pues solo ellas harán posible la reactivación del empleo. Si hay que perdonar algunos pecadillos a los evasores, eso se hace como acicate para esa reactivación. La educación debe retornar a sus valores esenciales, a la disciplina, al esfuerzo, sacrificados en aras de la desviada retórica igualitaria de los gobiernos socialistas. La Iglesia Católica debe retomar su eje vertebral en este proceso educativo, como demuestra su glorioso historial en España, así como la lengua castellana, el vehiculo de nuestra expansión por el mundo. Sería prolijo enumerar los abundantes cambios que ha acometido el Gobierno popular en este último año, asegurando un giro hacia una nueva moral fundada en el sentido común, el sacrificio y los valores de siempre. Algunos agoreros lo perciben como un apocalipsis, pero estamos convencidos de que es una nueva era luminosa que nos conducirá al Paraíso vislumbrado por Adam Smith y Spengler.
Se acabaron los derechos universales gratuitos en sanidad, educación y demás servicios, en el nuevo mundo el Estado no puede afrontar tales dispendios, hay que dejarlos en manos de los profesionales que están, cómo no, en el ámbito privado. Los ciudadanos deben contribuir con sus impuestos y sacrificios a sanear el sistema financiero, que siempre es el garante de su bienestar, aunque a veces se equivoque... Igualmente hay que privilegiar a los capitales, grandes fortunas y empresas pues solo ellas harán posible la reactivación del empleo. Si hay que perdonar algunos pecadillos a los evasores, eso se hace como acicate para esa reactivación. La educación debe retornar a sus valores esenciales, a la disciplina, al esfuerzo, sacrificados en aras de la desviada retórica igualitaria de los gobiernos socialistas. La Iglesia Católica debe retomar su eje vertebral en este proceso educativo, como demuestra su glorioso historial en España, así como la lengua castellana, el vehiculo de nuestra expansión por el mundo. Sería prolijo enumerar los abundantes cambios que ha acometido el Gobierno popular en este último año, asegurando un giro hacia una nueva moral fundada en el sentido común, el sacrificio y los valores de siempre. Algunos agoreros lo perciben como un apocalipsis, pero estamos convencidos de que es una nueva era luminosa que nos conducirá al Paraíso vislumbrado por Adam Smith y Spengler.
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