La nave de la Transición se hunde. Y con él la cultura del pacto, la monarquía parlamentaria (concebida para suceder al franquismo, no se olvide), la ley d’Hont, el bipartidismo con su clase priveligiada de listas cerradas, la España de las Autonomías, los falsos relatos de la igualdad y la moderación salarial…. Incluso se va a pique el buque insignia de los relatos de la Cultura de la Transición… Nada resume mejor ese naufragio del país que el del diario El País y, muy especialmente, el del que fuera su mentor y hoy Consejero Delegado de PRISA. Juan Luis Cebrián fue el bardo principal de la democracia naciente, todo un modelo de chico nacido en las entrañas de una familia franquista reconvertido oportunamente al nuevo régimen. Enarbolaba por entonces el pendón de la España orteguiana, la europeización y la modernidad largamente aplazada; ese impulso lo hizo posible, con su apoyo mediático, su amigo Felipe González con el mayor refrendo popular de nuestra historia. Pero esa metamorfosis europeizante tenía truco, porque el “cambio” felipista era solo aparente; en realidad, seguían dominando los mismos, en realidad se había vendido el país a la voracidad franco-alemana (desmontando la agricultura, la minería, la industria…). Los cebrianes y felipes acabaron de empresarios, alimentando los fondos de inversión globalizados, haciendo de aprendices de brujo en San Mercado para mayor gloria de sus bolsillos. Por eso PRISA se está yendo a pique mientras el gran capitán conserva sus generosos emolumentos y comisiones (públicos, eso sí), como sus locutores estrella, como esa pequeña élite bienpensante que se aferra a sus dorados salvavidas mientras los periodistas de a pie son llamados zombis justo antes de regularlos o despedirlos, que hay que dar cabida a becarios de saldo que refloten la nave... La gran mentira de PRISA (que es la de la Cultura de la Transición) -sus élites progres, la cultura de suplementos cuchés y corralillos de elegidos- está haciendo aguas. Y ese naufragio pone en evidencia que su nave no tenía bandera orteguiana sino la de otra oligarquía más –una constante en la historia de España- que ahora quiere echar por la borda a los que consiguieron un estatus profesional digno.
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