Strauss-Kahn se ve de nuevo implicado en un asunto relacionado con la prostitución (una red de Lille). Tras haber sido defenestrado del FMI por las simples acusaciones de una camarera del hotel neoyorquino y ser denunciado por una periodista francesa por supuestas agresiones sexuales (ambas denuncias han sido archivadas), ahora vuelve a estallar este caso. Empieza a resultar sospechoso que, como ocurriera con Julian Assange, todos los individuos molestos son arrinconados por el establishment acusados de ser unos depravados sexuales. Al parecer, los magnates del entramado financiero internacional son ciudadanos ejemplares, dechados de una ética sin mácula... Como es necesario poner a alguien en la picota -al populacho le gustan estos ajustes de cuentas, creen-, se le pone a los malos el sambenito de "abusador sexual" y se produce la necesaria catarsis colectiva. Está claro que en esos mundos cimeros se permite el abuso y la prostitución de lujo (que se lo pregunten a Berlusconi), pero te puede caer toda la ira del Gran Hermano por pasarte un pelo con cualquier ciudadana. Todo resulta muy extraño y sospechoso y uno empieza a pensar que la camarera africana y la periodista de marras eran más bien agentes de la CIA.
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