Érase un país donde su máxima autoridad judicial, modelo de virtudes hipercatólicas, se pasaba largos fines de semana en compañía de su amante, a la sazón mozalbete jefe de sus pretorianos, a quien también invitaba a desayunar diariamente en el Hotel Ritz. Tras destaparse el escándalo este ejemplar hijo de Sanjosemaría se negaba a dimitir. Una vez arrumbado, no solo no ha devuelto ni un céntimo, sino que los paganos de sus ejemplares conductas tenemos que indemninzarle con 200.000 euracos.
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